En nuestra visita a Philadelphia y en concreto a la Plaza de la Independencia, en el centro de la ciudad, donde se concentra el mayor peso de la historia tanto de libertad, como de la Independencia, como de las Constituciones de los Estados Unidos de América, me ha llamado mucho la atención encontrarme con una estatua dedicada a la libertad religiosa.
Me parece que es algo que habla realmente bien de este país. Es, además, una estatua que se ha trasladado recientemente a esta plaza. Hace unos pocos años estaba colocada en una esquina de la ciudad, en un lugar mucho menos visible y también mucho menos significativo. O sea que el hecho de que esté en esta plaza, no es algo heredado de tiempos pasados.
En un momento en el que en España en particular, y en Europa en general, se pone en tela de juicio en muchísimas ocasiones la existencia de Dios y crece el anticlericalismo contra cualquier tipo de religión, acompañado de movimientos muchos de ellos con importante carácter totalitario en el sentido de que no aceptan ni respetan las ideas de los demás, llego a los Estados Unidos de América y en la plaza más importante para su historia me encuentro con dos esculturas de lo más significativo: la Campana de la Libertad y la Estatua dedicada a la libertad religiosa.
Es un gesto que acompaña algo que todos estamos acostumbrados a ver en el anverso del billete verde americano. El mensaje principal del dólar americano en su parte trasera es “In God we trust”.
De hecho, en una reciente encuesta realizada por Gallup entre ciudadanos de los Estados Unidos, se obtenía una respuesta positiva en un 91% de los encuestados a la pregunta de si creen o no en Dios.
Pero no es esto lo importante. De la misma manera que unos creemos en Dios, es más que evidente que otros muchos no creen en Dios. Vaya por delante mi respeto más absoluto por las personas que no creen en Dios.
Desde mi creencia profunda de que Dios existe y que es gracias a Dios que existimos, tengo necesariamente que respetar, y de hecho lo hago de muy buena gana, a la gente que no cree en El. Creo que Dios, desde su infinita inteligencia, nos hizo fundamentalmente libres. Nos dio una inteligencia, una capacidad de discernimiento y una capacidad de decisión, sobre todo en lo interno de nuestro espíritu personal, para que optáramos o no por creer en El y para que si creíamos en El, tuviéramos también la libertad de optar por buscar nuestro reencuentro con El o no, en función de los actos en nuestra vida ordinaria. “Hechos son amores y no buenas razones”.
No es nada extraordinario: es lo mismo que hace una pareja inteligente en todo matrimonio. Deja que el otro opte libremente por demostrar su amor. Cuanto más libertad da para hacerlo, si el amor de la otra mitad de la pareja se manifiesta en positivo, más íntima y feliz hace la unión entre ambos. Y hay momentos en la vida en los que no es nada fácil hacerlo. Ahí es donde más y mejor se demuestra el amor. Los que vivimos en pareja lo sabemos y experimentamos muy bien. Sin lugar a dudas es algo que Dios conoce mucho mejor que nosotros y lo pone en práctica. Pero cuando esa unión es sincera y el esfuerzo por mantenerla se pone en práctica hace inmensamente felices a los protagonistas, con independencia del sufrimiento, dolor o sacrificio que eso pueda requerir. Porque no hay que olvidar que, se crea en Dios o no se crea, la felicidad se alcanza de una manera íntima especialmente sobre las cenizas de las pruebas pasadas y superadas.
Y los que no creen en Dios es algo que se pierden. Porque si no creen en Dios, en la existencia de un Ser Supremo con el que finalmente nos reencontraremos, no pueden disfrutar de la esperanza del reencuentro y de la esperanza de una felicidad y plenitud eternas, sin limitaciones de tiempo y espacio. Con toda seguridad disfrutaran de otras cosas y creencias de las que los que creemos en Dios no disfrutamos. Pero no deja de ser importante el recordar que no solamente los que creemos en Dios debemos respetar a los que no creen en Dios. También los que no creen en Dios deberían respetar a los que sí creemos en Dios. Ahí el mensaje que tanto me ha llamado la atención en la Plaza de la Independencia de Philadelphia: las dos únicas y muy representativas estuatuas que hay presentes son la Campana de la Libertad y una estatua erigida a la Libertad Religiosa.
Vaya por delante, una vez más, mi felicitación a los americanos por esta escultura y el mensaje que transmite.