En un día de mar realmente muy bueno, en el que no soplaba prácticamente nada de viento, invitados por nuestros buenos amigos Pedro y Yolanda Rueda, nos hemos lanzado a hacer la travesía a Cabrera, la Isla Parque Natural del archipiélago balear. Un lugar realmente bellísimo donde es posible encontrar mientras se bucea todo tipo de peces, tortugas y hasta delfines. De hecho, el mismo día de nuestra visita, a la vuelta, nos escoltaron durante unos minutos entre la isla de Cabrera y la isla Conejera un buen grupo de delfines, con crías incluidas!.
Pero es también Cabrera una isla cargada de historia y de anécdotas para contar.
Es una isla que fue utilizada desde antiguo por los navegantes, habida cuenta de la bahía que esconde en su corazón y que protege y protegía de una manera muy segura a los navegantes. Habla de ella Plinio en su “Historia Natural”, escrita en tiempos de Vespasiano (Hist Nat, III, 7), y se han encontrado en el fondo de la bahía barcos púnicos y romanos. Está documentada la existencia de un monasterio paleocristiano en el año 398 del que se encontraron restos en la zona denominada como Clot des Guix. Es un Monasterio y unos monjes de los que habla el Papa Gregorio I (San Gregorio Magno) en su Epístola XIII, 47, aunque no muy bien, dicho sea de paso!. Dice en concreto de ellos: “…nos ha llegado la noticia de que los monjes del monasterio que se halla en la isla de Capria, situada cerca de Maiorica, que es también una isla, han sometido sus vidas a diversos crímenes, que manifiestan que, más que servir a Dios, luchan y lo decimos llorando, a favor del antiguo enemigo…”.
A finales del siglo XIV se construyó el castillo que hoy todavía se alza imponente a la entrada del puerto, con el objetivo de defender este lugar de los ataques e invasiones por parte de piratas sarracenos que atacaban Mallorca por entonces. Hay que recordar que en esas fechas aún quedaban 100 años para que los Reyes Católicos obtuvieran la entrega de las llaves de la Alhambra de Granada y con ellas, la salida de los árabes del territorio español.
Se pueden ver en las fotos las impresionantes vistas que se contemplan desde el castillo, así como algunos detalles para
su defensa. Entre otros, las escaleras que dan acceso al mismo y por el que tan sólo una persona puede subir. Con estas escaleras se garantizaban en gran medida la seguridad los habitantes del mismo ante cualquier posible ataque o asedio. Es realmente un sitio único por su belleza.
No hay mucho que contar de la isla de Cabrera y de su castillo desde el siglo XV y hasta principios del siglo XIX, casi quinientos años después.
Durante la época de la Guerra de Independencia española contra la invasión francesa se libró la batalla de Bailén, el 19 de Julio de 1.808. Después de la victoria española, comandada por el General Castaños y tras la capitulación de las tropas francesas comandadas por el General Dupont, entre 13.000 y 6.000 soldados –las cifras bailan en función de quien las maneje- fueron hechos prisioneros y enviados primero a Cádiz, donde estuvieron recluidos en pontones en la Bahía y también en pueblos de los alrededores, en principio a la espera de ser devueltos a Francia. Pero tanto Arthur Wellesley, que poco después sería titulado Duque de Wellington, como el Almirante Collingwood, ambos ingleses y en ese tiempo al mando de las tropas españolas, por miedo a que al regresar a Francia estos soldados se volvieran a alistar en el Ejército Imperial, siguiendo órdenes de políticos ingleses, los embarcaron a unos para Mallorca y a otros para Canarias con el apoyo del Conde de Villael, entonces Gobernador de Cádiz.
Antes de llegar a Mallorca, el Conde de Ayamans, Gobernador de las Baleares, y miembro de la Junta Suprema Central que se había formado en Sevilla bajo la Presidencia del Conde de Floridablanca, informado de los contagios por enfermedades y de las epidemias que aparentemente estos soldados traían, ante el temor de que estas enfermedades se contagiasen a la población, se niega a recibirlos en Mallorca, negocia con las autoridades de la Península el recibirlos en su demarcación sólo bajo la condición que en las levas de soldados para la guerra no sean llamados jóvenes mallorquines, cosa que consigue, y ofrece el Lazareto de Menorca para que allí sean tratados y mantenidos. Los ingleses establecidos en Menorca, que hasta hace muy poco tiempo había sido posesión inglesa, se niegan tajantemente a que desembarquen allí. Finalmente, el 29 de marzo de 1.809 sale de Cádiz el convoy con los prisioneros. Unos pocos llegan a Menorca, otros pudieron ser canjeados por otros prisioneros, pero la gran mayoría finalmente terminan en Cabrera. Fueron aproximadamente unos 7.000 franceses los encerrados en Cabrera a mediados de 1.809. El 16 de mayo de 1.814 cuando fueron finalmente liberados, después de haber vivido cinco años en condiciones realmente infrahumanas, tan sólo quedaban en la isla 3.600 vivos.
Hay dos libros que bien merece la pena leer y que narran con un espeluznante realismo este inmenso drama humano ocurrido durante un tiempo verdaderamente difícil para España. Un tiempo en el que convivían no sólo tres reyes de España: uno vendido a los franceses, Fernando VII, otro impuesto por los franceses, José I y un tercero, Carlos IV, padre del primero, rehén de los franceses, sino que además la anarquía era total y el pillaje algo habitual por parte de los jefes del Ejército. Había en la época una inscripción mural que decía de una manera muy ilustrativa: “La guerra de España es la muerte del soldado, la ruina de los oficiales y la fortuna de los generales”.
Los libros que mejor relatan los hechos son, por una parte, el escrito por los periodistas franceses Pierre Pellissier y Jérôme Phelipeau “1.809 – 1.814 Les grognards de Cabrera” , traducido por Victor Claudín con el título “1.809 – 1.814 La agonía de los franceses de Cabrera” y, por otro, el escrito por Gabriel Froger relatando las memorias del soldado francés Sebastian Boulerot y publicado en París en 1.849: “Souvenirs de l’Empire: les Cabrériens, épisode de la Guerre d’Espagne”. Este último traducido recientemente –Octubre de 2.010- por Laura García Gámiz con el título “Cuando el padre nos olvida. Los prisioneros de Cabrera en la Guerra de Independencia (1.808 – 1.814)”.
Poco después de estos hechos la isla pasó a manos privadas, en concreto a la familia Feliú que la mantuvo hasta 1.916. En ese año, durante la I Guerra Mundial, informado el Ejército Español y el Gobierno de que un submarino alemán, perteneciente a la Flota Austro-Húngara, había hecho noche en la misma, obteniendo alimentos e información, habida cuenta que el Gobierno Español se había declarado neutral, ante la firme protesta de los ingleses, decidió expropiarla. Desde entonces y hasta ahora se ha mantenido en manos del Estado. Hoy es un magnífico Parque Natural que realmente merece la pena visitar.
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