Hace unas horas leía un artículo en El País de un conocido político español, titulado «España, amparo de libertad«. Explica en el mismo el autor orgullosamente -y con razón- cómo algunas personas que ven violados sus Derechos Humanos y son perseguidas por la Justicia en sus respectivos países en Latinoamérica han podido lograr en España la protección que buscaban. Han podido hacerse con un visado, en alguno de los casos hasta con un pasaporte y sobre todo, con un futuro que presume la promesa de protección de sus derechos. El periódico enmarca el artículo entre sus artículos de Opinión y con el prefacio Derechos Humanos.
Dice el autor: «Hoy (en España) somos un país orgulloso de nuestra capacidad para acoger e integrar a personas que sufren por su defensa de los derechos … personas que han sufrido por la libertad y por los derechos encuentran ahora entre nosotros el refugio que necesitan y, ante sus ojos, España es lo mejor que puede ser: un refugio de la libertad y el amparo de quien lo necesita»
Como él, me siento orgulloso de pensar que personas a las que se les está privando de sus más básicos derechos y que están sufriendo por injusticias, pueden acudir a España y encontrar en nuestro país un oasis en el que sentirse protegidos.
España se vanagloria de proteger los Derechos Humanos de sus ciudadanos y de contar con una Justicia imparcial a la que poder acogerse confiadamente.
Coincidiendo en el tiempo con esta publicación a la que hago mención, cayó en mis manos otro artículo en las antípodas de lo que acababa de leer.
Susan Fowler, una ingeniero de Sistemas formada en Penn (Universidad de Pennsylvania) y graduada por la Universidad de Stanford -ambas entre las mejores universidades del mundo- contaba en un post la traumática experiencia que había vivido trabajando durante un año en la sede central de la famosa compañía Uber en San Francisco.
El artículo es sobrecogedor. Explica los abusos que sufrió, las mentiras que le contaron las personas que debían protegerla cuando denunció esos abusos, la forma en que la abandonaron a su suerte y la manera en que la realidad era manipulada en la empresa para proteger a quien parece que no se debía proteger. Describe las consecuencias en su vida personal y profesional que esas actitudes estaban teniendo, describe también su tenacidad en la búsqueda por encontrar justicia y finalmente su salida de la empresa al recibir una oferta que le permitió cambiar de trabajo. Una gran parte de sus más básicos Derechos Humanos habían sido violados con inmisericordia. Recomiendo una lectura sosegada del artículo.
Una de las partes más tristes del relato es el final: se vio obligada por las circunstancias a salir de la empresa para poder continuar con su vida. No pudieron con ella, tuvo oportunidad de abandonar la guerra en la que la habían metido y lo hizo. Sin embargo, parece ser que la empresa no ha abandonado esa guerra. Por lo que dice un artículo de Recode, todo parece indicar que a Susan Fowler alguien tiene instrucciones para seguirla e investigar en su vida privada. Esto que cuento está pasando en estos días.
Research for the smear campaign has begun. If you are contacted by anyone asking for personal and intimate info about me, please report asap
— Susan Fowler Rigetti (@susanthesquark) February 24, 2017
Algo intimidatorio sin lugar a dudas. ¿Dónde quedó el respeto a sus Derechos Humanos? ¿No son los Estados Unidos de América uno de los adalides en la defensa de esos Derechos Humanos?
Podría ser Uber quien hubiera dado instrucciones para seguirla, o podría ser algún competidor con ánimo de aprovechar esta brecha abierta en el prestigio de la compañía. En cualquiera de los casos, está claro que se ha abierto una guerra sucia contra alguien que denunció un abuso.
Impresiona leer cómo en una empresa que todos presumimos que pueda estar entre las mejores y más atractivas en las que poder trabajar, una profesional de elevada cualificación es acosada de manera impune. Aparece ¡en el puesto número 6 en los Estados Unidos! en la lista de empresas más atractivas para trabajar que elabora Linkedin.
Impresiona leer cómo una de sus más cualificadas profesionales, tras ser acosada y denunciarlo a su departamento de Recursos Humanos, es abandonada a su suerte y lo que es peor, es acusada de cosas que nunca hizo sólo con el objetivo de poder cubrir las apariencias y mejorar algunos ratios entre algunos de sus jefes.
El desprecio hacia la verdad, hacia la Justicia y hacia los más básicos Derechos Humanos en este relato se revela fenomenal.
Y aunque pueda parecer una coincidencia, ese mismo día, a través de Netflix, vi una película con un contenido parecido: El caso de Calvin Willis.
Un padre de familia de raza negra en Louisiana fue acusado de violación, fue encarcelado por más de veintidós años y sólo pudo lograr recuperar su libertad gracias al empeño de una mujer de raza blanca que trabajó durante todos esos años en demostrar su inocencia. Esta mujer, Prissy Gregory, trabajó incansablemente y de manera gratuita para lograr la liberación de Calvin Willis. Estaba firmemente convencida de su inocencia y ni Calvin, ni sus padres, ni la mujer de Calvin -que con el tiempo le abandonó y se casó con otro- podían pagar por sus servicios.
La convicción acerca de la injusticia que se estaba produciendo hizo a Prissy trabajar durante años, obteniendo una negativa tras otra. El Huffington Post, en un artículo dedicado a este caso, dice que si no tuvieran la certeza que fue un caso real, no podrían creer lo que se narra en la película.
Es, como la anterior también una historia sobrecogedora en la que se violaron impunemente los Derechos Humanos de sus protagonistas y la Justicia demostró un funcionamiento defectuoso.
El caso de Calvin Willis tuvo un final diferente que en el de Susan: Calvin recuperó su libertad y fue exonerado de todas las acusaciones. Eso sí, perdió veintidós años de su vida y de la vida de su familia.
Detrás de esos veintidós años perdidos hubo un hombre siempre interesado en que no se buscara la verdad: el Fiscal. No quería que su trayectoria se viera manchada por un caso sin resolver y lo resolvió metiendo en la cárcel a un padre de familia que no había cometido el crimen.
Cuando buscaba en internet las referencias para este artículo me he encontrado con que los casos similares a estos son muchos. Muchos más de los que hubiera imaginado. La violación de los Derechos Humanos de las personas es mucho más frecuente de lo que pensamos. Me he quedado sorprendido.
La mayoría de los que he encontrado en estas primeras búsquedas hacen referencia a casos producidos en Estados Unidos. Quizá me ha salido así porque estaba buscando sólo en inglés y porque buscaba una historia concreta de aquel país.
Quizá en España o en Europa no se produzcan tantos casos como estos o quizá deba buscar un poco más para verificar.
Estoy seguro que el respeto a los Derechos Humanos dará para más. Volveré con ello en próximos posts.