Visita al Castillo de Arcos de La Frontera, en Cádiz

Aprovechando un día en que no ha llovido mucho en esta Semana Santa, nos cogemos el coche para ir a visitar un castillo que desde siempre ha generado grandes historias y leyendas, que se levanta sobre un impresionante cortado sobre el rio Guadalete en Arcos de la Frontera y que fue escenario durante cientos y cientos de años de batallas fronterizas entre los reinos cristianos y los reinos moros de Andalucía.

Hemos sido unos auténticos afortunados porque es un castillo que se mantiene en manos privadas y hemos podido acudir a visitarlo por la simpatía de sus propietarios, que además de enseñárnoslo, tuvieron la amabilidad de contarnos múltiples historias acerca del mismo.

Se trata además de un castillo que perteneció a la familia de los Ponce de León y que a principios del siglo XX pasó a manos de la familia actual. Una antecesora de los actuales propietarios lo compró cuando se enteró que se había autorizado su destrucción por el peligro que representaba. Llevaba años completamente abandonado. Y esta antecesora, siendo además de origen inglés y no español, se dedicó desde su compra en alma y cuerpo a la recuperación completa del mismo. Algo que han seguido con gran cariño y dedicación sus descendientes y que creo que merece el elogio de todos los que lo disfruten, aunque sólo sea desde fuera.

Esta es una imagen del escudo de los Ponce de León, propietarios originales del castillo que para quienes fue creado el Ducado de Arcos. Fueron grandes señores de la época, con importantes territorios. En el mapa debajo, en marrón claro, se puede apreciar el alcance y tamaño de los mismos:

500px-Señoríos_del_Reino_de_Sevilla

La zona fue un asentamiento de poblaciones de culturas mucho más antiguas. Se han descubierto en el Castillo algunas piezas que conectan el lugar con los tartesos, los romanos y por supuesto con los árabes.

Las vistas que se tienen desde el castillo son realmente espectaculares. Constituye una impresionante atalaya de defensa, que se entiende se utilizara durante tantos años como emplazamiento de lucha y de defensa.

El castillo tiene planta rectangular, tenía cuatro torres almenadas en cada uno de sus extremos, pero actualmente se conservan tan sólo dos, la Torre del Homenaje, construida por Don Rodrigo Ponce de León, primer Marqués de Cádiz y primer Ponce de León señor del castillo, y la Torre del Secreto.

Se conserva un gran aljibe bajo el Patio de Armas, además de otros tres aljibes más y una puerta con arco de herradura, en lo que originalmente fue la entrada de Poniente y probablemente la entrada original al Castillo, pero que actualmente está tapiada debido a las reformas sufridas con el paso de los años.

El propio Arcos llegó a constituirse como reino taifa, hasta que fue dominado por Al-Mutadid, de Sevilla. En el siglo XIII fue ganada por los castellanos y posteriormente perdida otra vez hasta 1264. Fue en tiempos de Alfonso X el Sabio cuando fue finalmente tomada para no dejar ya de ser, desde entonces, cristiana.

alfonso10imagen1

Durante cientos de años Arcos era la frontera entre los dos reinos, de ahí el nombre que desde entonces le acompaña.

Infinidad de leyendas medievales se asocian a los muros y pasadizos de la fortaleza, como aquella, referente a la conquista de Arcos por Alfonso X, que narra cómo los cristianos se sirvieron para tomarla de un conducto oculto que conectaba el castillo con el río Guadalete, utilizado por las noches por una bella musulmana, señora de la villa, para bañarse en sus aguas, y por eso llamado «el baño de la reina». Otra historia legendaria relata el suceso de la favorita del reyezuelo musulmán de Arcos, quien, tras partir en una expedición, la habría dejado encerrada en la fortaleza con provisiones para que aguardara su regreso, que nunca se produjo. Quedaría ya para siempre prisionera en la denominada «alcoba del amor», contándose que el espíritu de la infortunada toma en las noches de luna llena la forma de un buitre que vaga entre las almenas y los tajos.

Muchos de los habitantes de Arcos hablan del dragón que hay dormido en el interior de la peña de Arcos, y que, cuando despierta, hace sonar los acantilados. De hecho nos los contó el dueño del castillo, diciéndonos cómo se despertaba en ocasiones por las noches, ante el rugido de la tierra bajo el.

Castillo Arcos

En el siglo XVIII este castillo tuvo que ser restaurado debido al terremoto de Lisboa de 1755. Una de las paredes del castillo quedó totalmente derruida, cubriendo por completo al caer, el foso que rodeaba al Castillo y dando origen a lo que hoy se conoce como la Calle Nueva de Arcos. Se perdieron también dos de sus torres.

Ha pasado el tiempo desde esta visita al Castillo que relato y he conocido a una persona del que he tenido la oportunidad de recibir un regalo muy especial y junto con el regalo, una demostración muy especial e inesperada de amistad. Conocía este post sobre el Castillo de Arcos y me ofreció un texto en el que narraba el otra leyenda del Castillo, que me quiso leer al entregármela. La belleza del relato, cuando la escuchaba de su propia boca, en algunos momentos me hizo emocionarme.

Esta es su carta y la leyenda. Estoy seguro que la disfrutarán:

Estimado Señor Castillejo, 

Tras leer su bonito artículo sobre el Castillo de Arcos, le comento otra leyenda que de igual manera nos traslada a los sueños encantados de dragones y buitres. Dicen que el Visir de Arcos, Señor del Castillo, navegó al Norte y próximo a las tierras del frío, abordó una nave noruega y prendió a una Princesa nórdica de cabellos de oro que en esa nave viajaba. Tanto le impactó la Princesa a medida que la iba conociendo que regresó con ella a la habitación del amor de su fortaleza y prometió no someterla a sus deseos carnales hasta que la enamorara.

La Princesa, poco a poco, languidecía de tristeza. Como el Visir parecía que no consiguiera su empeño, decidió ponerla en libertad por si la causa de su melancolía era su deseo de amarla. 

Con lágrimas, que como diamantes brillaban con los reflejos del oro de sus cabellos, le abrió su corazón y le confió que él no era la causa de su tristeza. Él la había colmado de atenciones y de joyas y soñaba en las calurosas noches del verano Arcense con amarlo, con tener sus cabellos de azabache acariciando sus blancas y largas piernas, de sentir sus húmedos labios acariciando su piel y sus ojos febriles penetrando su espíritu. Pero tenía que ser en un lecho de heno sobre la nieve y comprobar si esta se fundía o derretía con el calor de sus ansias y de su deseo, porque así le contó su madre y a esta la suya, que era el amor. «El hombre que te posea, fundirá la nieve con su ardor, te abrasarás en su fuego y arderéis juntos derritiendo vuestras vidas entre gozos y sufrimientos. 

«¡Nieve!» grito desesperado el Visir.

Partieron pues sus Capitanes con grandes baúles que llenaron una y otra vez, pero al llegar al Castillo, sólo algo de agua contenian. «Es imposible, Señor, por nuestro clima»  balbuceaban, temerosos de su ira. Desesperado convocó a todos los sabios de sus dominios, prometiéndoles grandes recompensas, pero estos no encontraron solución. Finalmente, Habibi el Hortelano se comprometió a satisfacer los deseos de su Señor si le daban algún tiempo. Plantó de naranjos y almendras la Vega de Arcos que se divisa desde el Castillo, orillando la hoz del Guadalete y al llegar la Primavera un milagro blanco «nieve Arcense» se contempló.

Dicen que el Visir y su Princesa no salieron en treinta días con sus noches de la habitación. Se amaron hasta que la «nieve Arcense» se fundió transformándose en azahar y miel. Durante algún tiempo fueron muy dichosos y sus dominios y pobladores los más felices de los Reinos de Taifas. Pero tiempo después, los Bárbaros cercaron sus tierras. El Marqués de Cádiz y el Duque de Medina Sidonia arremetían con sus tropas, tratando de poner cerco a Arcos. El hermoso Visir, de profundos ojos negros y cabellos azabaches, al frente de sus tropas y con la ayuda de su tío el Cadí de Zahara, intentaban frenar el avance bárbaro en las estribaciones de la Sierra del Mujer Muerta, cerca de Ben-mahoma.

En un momento la felicidad quebróse en trágica desesperación. El cuerpo del hermoso Visir fue herido por una saeta, que atravesó su pecho. Lo llevaron evacuado a su castillo sus más fieles capitanes. La Princesa de Thule, al verlo, estalló en frenesí de dolor por el río de sangre que manaba del cuerpo de su amado. Con sus manos trató de detenerlo, pero la hemorragia no se frenaba y tras musitarle cuanto le amaba, los ojos azabache del Visir se apagaron clavados en su amada.

Los refuerzos que llegaron de Córdoba y Málaga finalmente rechazaron a las fuerzas bárbaras. Como otras muchas veces, Arcos demostró ser inexpugnable. Atalaya de los territorios árabes, es plaza imposible de conquistar. Las fuerzas atacantes se retiran a sus territorios. 

Dicen que la Princesa de cabellos de oro, desesperada, se lanzó al vacío desde la más alta almena del Castillo y en su caída se transformó en un hermoso pájaro de plumas negras, con destellos de oro. Aún hoy se puede ver en ocasiones cómo tan majestuosa ave vuela orillando la peña y las vegas de Arcos en busca del Visir, o quizá vigilando su frontera.

Hermoso y bello relato. ¡Muchas gracias querido amigo J.E.I.A!

Estoy seguro que todos los que somos unos enamorados de Arcos de la Frontera, desde ahora, a nuestro paso bajo el Castillo, alzaremos la mirada y buscaremos a la Princesa que convertida en majestuoso pájaro porta doliente la tristeza por la pérdida del Visir, pero afirma y da testimonio de una imponente fuerza para crecerse ante la dificultad.

4 Comments
  1. 13 enero, 2014
  2. 16 marzo, 2014
    • 16 marzo, 2014
  3. 16 junio, 2014

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.