Los españoles nos caracterizamos por ser espíritus libres, tenaces y luchadores. Hemos sido grandes emprendedores a largo de la historia. En este artículo se comentan algunos de los cambios que deberíamos implementar para fomentar el espíritu emprendedor en la actualidad: colocar a los emprendedores en el lugar que colocamos también a los deportistas de élite, fomentar la independencia en los niños en tempranas edades, hacerles viajar y salir de casa y hacer cambios importantes en los sistemas de educación, muchos de ellos obsoletos para las necesidades de hoy en día. Y contar con el apoyo del Gobierno, particularmente en su Cuerpo Diplomático en el extranjero.
Hace unos días leí en algún lugar unos comentarios realizados por Bernardo Hernández recientemente en España. Me llamaron la atención por su claridad de visión y por su simpleza, algo esencial a la hora de querer transmitir una idea y pretender que quede en la cabeza del que la escucha o la lee.
Bernardo es un emprendedor español que ahora, como ejecutivo de multinacional es uno de los que más arriba ha llegado en la estructura de mando en Google. Es actualmente responsable mundial de nuevos productos en la multinacional norteamericana.
Pues bien, se preguntaba Bernardo por qué de España salen deportistas de élite como los que tenemos, que ocupan los primeros lugares a nivel mundial en deportes como el tenis, el automovilismo, el fútbol, la esgrima, el boxeo, el ciclismo y muchos otros, todos ellos deportes enormemente competitivos, y sin embargo no tenemos tantos emprendedores de élite. Y el mismo se daba la respuesta de una manera sencilla: en España desde muy pequeños se cultiva el deporte como un elemento de crecimiento personal y económico y no se hace lo mismo con el espíritu emprendedor ni con el espíritu empresarial.
En los recreos de los colegios se habla de las hazañas de Rafa Nadal, de las copas ganadas por los equipos de fútbol, de Fernando Alonso y sus triunfos en la Fórmula 1, de Lorenzo y las motos o de ciclismo y la evolución de los ciclistas. Si un padre de familia detecta que su hijo tiene determinadas cualidades para un deporte, enseguida se pone en contacto con Centros Especializados de Alto Rendimiento, de los que tenemos muchos por España, para que su hijo pueda acceder a entrenamiento y formación especializadas. Pero sin embargo, en ningún caso el padre de familia se preocupa de hablarle a su hijo acerca de la importancia del mundo de la empresa o le habla del nacimiento de ideas que pudieran cubrir necesidades existentes en el mercado, o le habla del crecimiento de las empresas, ni de las conquistas por parte de emprendedores españoles, a los que probablemente ni siquiera conozca, ni le habla tampoco de nuevos mercados o nuevas metas. Es como si el mundo del deporte y el mundo relacionado con la empresa y la economía en España tuvieran una dicotomía absoluta.
He leído también recientemente estudios que descubren que el ciudadano norteamericano es, en el mundo desarrollado, el más proclive a cambiar de ciudad de residencia en función de su trabajo y de su crecimiento personal tanto en el ámbito educativo, como en el ámbito económico. Un norteamericano es capaz de cambiar de casa y ciudad de residencia en menos de un mes y arrastrará a la familia en cuanto termine el curso escolar. Conozco varios casos personalmente de parejas que viven en un lugar y uno de ellos, durante un año completo o en ocasiones más tiempo si el trabajo del otro es difícil de sustituir, trabaja a miles de kilómetros y se desplaza constantemente. Muchas veces entre la costa Este y la costa Oeste de los Estados Unidos.
En ese mismo estudio, en contrapartida, se dice que el italiano es el ciudadano menos proclive a moverse del lugar de donde nació.
Un norteamericano sale de su casa normalmente a los 16 años y cambia de casa y de ciudad una media de una vez cada cinco años, mientras que un italiano es normal que se quede en casa de sus padres hasta los 33 años y que cuando salga lo haga para vivir en la misma ciudad y a ser posible, en la misma calle o en el mismo bloque en el que viven sus padres.
Y una última información, consecuencia de la anterior, pero que me ha hecho reflexionar mucho en estos últimos meses. Esta información es más producto de mi experiencia personal. Los españoles diferenciamos generalmente de una manera muy radical entre nuestros amigos y nuestros compañeros de trabajo. Es muy raro ver a un español compartiendo sus fines de semanas o cenas de fiesta por la noche con compañeros de trabajo: los tiempos de ocio son para estar con los amigos y los amigos no son los compañeros de trabajo. Sin embargo, en el caso de los norteamericanos, lo raro es lo contrario. Entre ellos es del mundo del trabajo de donde nacen las relaciones de amistad. Y será raro, una vez entres dentro del mundo del trabajo, encontrarte en una fiesta entre amigos con alguien que no esté dentro del sector profesional al que pertenezca el anfitrión.
Recientemente asistí en el norte de Italia a la boda de un norteamericano, amigo, socio y compañero de trabajo. Reside en Londres y se casó con una inglesa a quien había conocido trabajando en nuestro sector. El lugar era verdaderamente bello. En el centro del Piamonte y en un Hotel rodeado por colinas y campos verdes. Nos reunimos alrededor de unas 100 personas, llegadas todos de un montón de países –de hecho no había un solo italiano- y pasamos juntos en el lugar un fin de semana completo. De todos los invitados, a los únicos que yo no conocía al llegar era a las hermanas del novio y sus familias, a los padres y hermanas de la novia y al “Best Man” del novio, algo así como un Testigo Principal que se utiliza en las bodas anglosajonas, que había sido compañero de veranos en la infancia del novio. Era el único amigo del novio que había en la boda, que no tenía relación alguna con el sector en el que trabajamos. El resto nos conocíamos todos. De hecho una gran mayoría de los que estábamos en la boda nos solemos juntar para cenar cuando coincidimos en Ferias en Nueva York, en Cannes o en Las Vegas. Fue, por cierto, un fin de semana realmente divertido el que pasamos junto al pequeño pueblo de Casalotto, en el que además de pasarlo estupendamente entre nosotros tuve la oportunidad de probar una nueva receta de fetuccini que luego no he logrado que me repitan ni siquiera chefs italianos de renombre, a quienes se lo he propuesto como prueba, con el fin de poder volver a degustar esos sabores reunidos y al mismo tiempo tan bien diferenciados: menta y limón. En mi blog hablo un poco más en detalle de esto.
Pero volvamos a nuestro asunto: emprender en España.
Por razones de trabajo tengo que pasar bastante tiempo en los Estados Unidos de América y al hacerlo, lo hago estando normalmente solo, porque la familia se queda en España. Cuando llegan los fines de semana, en muchas ocasiones comparto planes con aquellas personas con las que he estado trabajando durante la semana y al hacerlo, veo que no soy el único: me encuentro con profesionales del sector a los que conozco y otros a los que no conozco, pero con los que sin embargo el hecho de encontrarnos en momentos de ocio juntos me permite desarrollar una relación personal junto a una copa de vino o un refresco, que hubiera sido mucho más difícil de lograr si la hubiéramos tenido que desarrollar con una mesa de trabajo entre ambos. Y muchas veces, además, probablemente nunca hubiera llegado a tener la oportunidad de conocerles.
Entre los norteamericanos se ha desarrollado y se fomenta el desarrollo de lazos de amistad con la gente con la que se comparte los tiempos y problemas del trabajo. Normalmente están lejos de sus ciudades de origen, lejos por tanto de sus familias y cuando llegan los domingos no tienen, como es algo bastante común en Europa en general, la comida preparada en casa de la abuela o de la suegra.
Sin lugar a dudas, todos estos aspectos que vengo comentando influyen notoriamente en la capacidad de desarrollo empresarial y en el deseo de emprender: fomentar el espíritu empresarial desde la infancia, igual que se fomenta el deporte de alto rendimiento. Educar a nuestros hijos para que abandonen el hogar familiar y se lancen a fomentar su desarrollo personal, lo antes posible. La combinación de ambos hará mucho más natural el que se sus amistades se desarrollen en el ámbito profesional y por tanto le den a este una mucho mayor importancia de la que actualmente tiene.
Emprender, poner en marcha una empresa o intentar dar respuesta a un servicio que se detecta como necesario y que nadie está prestando, implica necesariamente salir del área de comodidad en el que cada uno de nosotros estamos o en el que a cada uno de nosotros nos gustaría estar. En España en particular, estamos probablemente demasiado acomodados. Y no somos nada proclives a salir de ahí, especialmente si además pensamos en el riesgo del fracaso. Algo que en nuestra sociedad se castiga con la mayor de las impiedades.
¿Quién no ha oído en nuestro país aquello de sacarse una buena oposición y luego echarse a descansar? O lo de conseguir comprar unos pisitos y luego vivir tranquilamente del alquiler de los mismos. O lo de “hazte funcionario”. Creo que los años de la post guerra educaron a Europa en acomodarse. El excesivo proteccionismo de los Estados a medida que fueron enriqueciéndose ha hecho un flaco favor a nuestra generación y a las generaciones futuras. Y esto es algo que ocurre no sólo en España. Cuando la preguntaron en una entrevista hace unos años a Juan Pablo II que cuántas personas trabajaban en el Vaticano, con una gran candidez y mucha sorna contesto: “Creo que más o menos la mitad”.
Y si a esto se le añade, por utilizar las informaciones previamente descritas, que no se nos ha generado desde la infancia o desde la adolescencia ningún respeto o ningún tipo de admiración hacia quien ha estado dispuesto a salir de la “zona de comodidad” para enfrentarse a nuevos retos; que no estamos acostumbrados, de una manera muy parecida a los italianos, a salir de casa o a alejarnos de la sombra paterna o materna y que nuestra vida personal gira ajena a nuestra vida profesional, se pueden entender las dificultades o desventajas que cualquier español quiera o pueda encontrar a la hora de plantearse si arrancar una nueva empresa y emprender o no hacerlo.
La educación que hemos recibido y que estamos dando a nuestros hijos no favorece tampoco el nacimiento de emprendedores. Seguimos anclados en sistemas educativos que fomentan profesionales en áreas en las que en el siglo XIX y en una buena parte del XX había una fuerte demanda, pero en las que ya no hay tal y seguimos utilizando todavía sistemas educativos que fomentan el ejercicio de la memoria por encima de la reflexión, la seguridad personal, la experimentación y la iniciativa personal.
Creo que fue Thomas Edison quien dijo aquello de “lo logré porque no sabía que era imposible”.
Pero todo esto, gracias a Dios, está cambiando. La necesidad está obligando al cambio. El mundo está girando como no lo había hecho probablemente en los últimos 200 años y probablemente estemos asistiendo a la preparación de lo que será el mundo que conocerán nuestros hijos y nuestros nietos. Diferente al nuestro y con polos de interés geográfico también diferentes. El mundo, nuestro mundo, está cambiando. Y lo está haciendo a una velocidad realmente de vértigo si lo ponemos en perspectiva. Cinco años de crisis sin lugar a dudas son muchos años y son muy largos cuando los sufres, pero ¿qué son si se miran desde la perspectiva de la Historia?.
Hay que reinventarse. Y creo que cada vez, especialmente en España, somos más conscientes de ello a todos los niveles.
Tenemos el talento y las capacidades para hacerlo. Lo hicimos en tiempos de los romanos. Lo hicimos también cuando tras cientos de años de dominación árabe, en los que habíamos vivido prácticamente encerrados en nosotros mismos, tras la apertura del horizonte americano, convertimos España en un lapso de tiempo muy corto para la época, en el mayor Imperio de la Historia. Nadie hasta ahora ha conseguido llegar a dominar una superficie como la que llegó a administrar Felipe II, bisnieto de los Reyes Católicos. También lo hicimos después de la dominación francesa, cuando el país estaba completamente destrozado por luchas fratricidas. Lo volvimos hacer tras el desastroso período de principios de siglo, cuando se perdieron la mayoría de las colonias y con ellas los ingresos que de ellas se obtenían. Y lo volvimos a hacer tras la guerra civil que se despertó en España a principios del siglo XX, dejándola devastada y enemistada interiormente.
Y cada una de las veces en que lo hicimos, fue de la mano de emprendedores que vislumbraron la oportunidad y no la dejaron escapar, a pesar de enormes sufrimientos y también enormes fracasos en algunos de los casos. Pero lo hicieron. Salieron de su zona de comodidad, arriesgaron y al hacerlo crecieron enormemente como personas, muchos pasaron a la historia y con toda seguridad, fueron además verdaderamente felices.
Nadie puede ni debe dudar del talento y la capacidad emprendedora de los españoles. La historia y los hechos la avalan.
Ahora bien, desde mi punto de vista, hay aspectos en los que sin lugar a dudar, en estos tiempos, deberíamos trabajar y deberíamos empezar a hacerlo además cuanto antes.
España y los españoles necesitamos implementar cambios en los sistemas de educación, en el orden de los valores y en el tipo de educación para la resistencia y el trabajo que damos a nuestros hijos.
Por mi trabajo me encuentro en muchas ocasiones con padres de familia que me dicen: “mi hijo es un gran artista, tiene un talento arrollador. Su objetivo es trabajar en Pixar o en una empresa equivalente. ¿Qué tengo que hacer para que lo logre?” Y cuando les contesto que lo que tiene que hacer el niño o la niña es fundamentalmente formarse y hacerlo en las universidades más competitivas del mundo, aprendiendo algoritmos, programación, técnicas de diseño y después todo lo relacionado con la edición, se quedan sorprendidos. Algunos me vuelven a decir: “Pero… si es un genio! No te imaginas cómo pinta o cómo modela con plastilina” El problema es que no es eso lo que se busca en el mundo de hoy. Además, no perdamos de vista que el talento para desarrollar determinada actividad es algo que siempre tendrás. La formación sólo puedes de verdad implementarla y convertirla en un valor añadido diferencial en los años de Universidad, cuando aún seguimos siendo enormes esponjas capaces de asimilar lo que más adelante, a medida que vayamos creciendo, nos será más difícil de lograr.
¿De qué sirve estudiar leyes, si no se tiene realmente vocación de abogado? Hay muchos que lo hacen. ¿De qué sirve estudiar económicas si finalmente no sabes donde acabarás? Es difícil, yo lo sé. Es muy difícil con 18 años tener una idea clara de qué es lo que quieres hacer con tu vida. Pero creo que sí que es fácil saber lo que NO quieres hacer con ella. Seguro que no quieres acabar en el montón. Junto con cientos de miles más, que han dedicado años a estudiar algo de lo que no estaban previamente convencidos. Y acabar confiando en que lo único que te servirá después para lograr un puesto de trabajo será una recomendación o la disposición a aceptar un trabajo que ni te satisface, ni te llena, ni eres ni siquiera bueno para desarrollar. Y eso en un mundo en el que las barreras en el ámbito profesional tienden a ser cada vez menores.
Cuanto antes consigamos que nuestros hijos se hagan cargo de sí mismos, antes tendrán tiempo para pensar en ellos mismos, descubrir el mundo tal cual es y descubrirse a sí mismos en y frente a este mundo. Y esto no quiere decir sacarlos de casa y lanzarlos al mundo, pero sí quiere decir hablarles del mundo profesional y hacerlo cuanto antes, para que tengan tiempo para pensar. Igual que les hablamos de futbol, tenis o ciclismo.
En todo este planteamiento no podemos dejar de recordar la transformación que Internet ha traído al mundo económico y al mundo industrial. Muchos definen internet como una verdadera herramienta de trabajo, que nos ha permitido y nos permite alcanzar cotas de información difícilmente soñadas hace poco tiempo. Un niño en África, armado con un Smartphone y acceso a Internet, tiene hoy en día más información de la que tenía hace 15 años el Presidente de los Estados Unidos de América. Es una manera de ver internet. Pero muchos otros ven también Internet como el invento más destructor de la historia de la economía. Ha transformado y está transformando industrias y sectores enteros que hace muy pocos años se veían a sí mismos como indestructibles y casi podríamos decir que eternos. Ha destruido cientos de miles de puestos de trabajo. Ha cambiado sistemas completos de fabricación, distribución y venta. Ha modificado la manera de hacer el marketing y está también cambiando la manera de entender la publicidad. Está cambiando la manera de entender la economía, los negocios y desde luego, las oportunidades.
Algo muy parecido a lo que les pasó a los romanos, que no vieron cómo llegaba su propia decadencia. A los Mayas, que no fueron capaces de entender que ese pequeño grupo de soldados salidos de la Selva acabaría con un Imperio de siglos. A los Incas, que les ocurrió algo parecido. Y lo mismo con tantas y tantas civilizaciones que a lo largo de los siglos han sido y en muy poco tiempo han dejado de ser. Y siempre, forzados por emprendedores que vieron y aprovecharon la oportunidad.
Estamos en el centro del momento del cambio. Es el momento de la oportunidad. Y el momento de la oportunidad es el momento de salto del emprendedor.
Tenemos dificultades. Tenemos circunstancias adversas y un entorno que probablemente no favorece al emprendedor. Pero el espíritu español es un espíritu fuerte, independiente, creativo y tenaz.
Tenemos que cambiar maneras en nuestra sociedad y debemos también modificar muchos de nuestros sistemas de estudio y los enfoques de los mismos. Pero el talento en España es algo que se respira y flota por las calles. Se trata tan sólo de ponerlo a trabajar.
De la misma manera que lugares como Silicon Valley se han convertido en impresionantes imanes de talento para el emprendimiento en el ámbito tecnológico, de esa misma manera España podría lograrlo también en otros muchos ámbitos. El ejemplo de Silicon Valley es uno al que muchos acuden cuando se habla de emprendimiento. Pero no es el único. Es impresionante para mí en estos días la forma en la que el Cuerpo Diplomático y las organizaciones dependientes del Reino Unido están buscando atraer emprendedores para que desarrollen sus planes dentro de sus fronteras.
¿Por qué no hacer lo mismo en España? Muchos de los grandes emprendedores han sido españoles y son españoles.
¿Por qué no fomentar de una manera activa el emprendimiento en España? En los colegios sobre todo, pero también desde el Gobierno y sus instituciones. Y muy particularmente desde el Gobierno, con el Cuerpo Diplomático. Una herramienta de acceso a información global en un mundo que es cada vez más global y donde los emprendedores se tienen que desarrollar.
El principal motor de creación de puestos de trabajo son los emprendedores. Apoyémosles. Ayudémosles. Démosles puestos de honor en nuestras vidas, de la misma manera que se lo damos a los deportistas de élite.
Si fuéramos capaces de poner en marcha esta serie de ideas, sin lugar a dudas crecería el emprendimiento en España.